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sábado, 1 de octubre de 2011

El libro y la rueda


“El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor. No se puede hacer una cuchara que sea mejor que la cuchara”, dice Umberto Eco en el diálogo con Jean-Claude Carrière coordinado y transcrito por Jean-Philippe de Tonnac que, en traducción de Helena Lozano Miralles, publica Lumen con el rotundo título de Nadie acabará con los libros.

A medias genial y a medias imbécil, continúa Eco, el ser humano es una criatura verdaderamente extraordinaria. Ha descubierto el fuego, edificado ciudades, escrito magníficos poemas, dado interpretaciones del mundo, inventado mitologías. Pero al mismo tiempo no ha dejado de hacer la guerra a sus semejantes, tampoco de engañarse y destruir el ambiente que lo rodea.

Esta criatura extraña que ha inventado los libros en sus diversas manifestaciones también los ha aniquilado. Al incendio de la Biblioteca de Alejandría hay que sumar catástrofes de las que se habla menos. Los cruzados arrasaron con las expresiones de la cultura árabe en su máximo esplendor, los conquistadores intentaron reducir a la nada la cultura indígena que en México se salvó gracias a fray Bernardino de Sahagún.

La historia cultural mexicana está hecha de paradojas. Así como los jesuitas execrados en la Europa del Siglo de las Luces fueron la cumbre de la Ilustración novohispana y ayudaron a preparar la Independencia, los dulces franciscanos resultaron los más encarnizados destructores del legado maya y náhuatl. En cambio los dominicos, los autodenominados “perros de Dios”, custodios de la Inquisición, se erigieron aquí en los grandes defensores de los indios y sus expresiones artísticas e intelectuales. Dominicos fueron fray Bartolomé de las Casas y el propio Sahagún.